Empieza la Guerra Parte 20

Traición
Por Alejandro Echartea


Los últimos días de otoño dejan el cielo ligeramente nublado en el centro de la República Mexicana. La Luna inicia su fase de cuarto creciente mientras algunas rachas de viento ocasionales inciden en las calles y sus trasnochados transeúntes buscan abrigo de las bajas temperaturas.

A pesar del frío ambiente, las principales avenidas al poniente de la Ciudad de México permanecen activas, aunque a diferencia del día, es durante la noche cuando el tráfico se manifiesta en modernos y veloces coches que recorren a toda velocidad las calles principales de Polanco en la Delegación Miguel Hidalgo.

Sobre la Avenida Julio Verne se alzan antiguas y majestuosas mansiones de estilo Colonial Californiano rodeadas de amplios jardines, una de ellas, oculta tras altas rejas de hierro fundido y espesas enredaderas es custodiada por medio centenar de hombres vestidos de traje y lentes oscuros quienes inspeccionan los alrededores de Polanco y los jardines interiores de “La Mansión de Don Carlos”.



En el interior de la Mansión, en una amplia biblioteca con antiguos libros acomodados en pesados libreros empotrados en paredes de ladrillo rojo, cinco caballeros y una dama se encuentran sentados en amplios sofás y sillones distribuidos alrededor de una gran chimenea en espera del señor de la Mansión.

- Perdimos la frontera norte. –Rompe el silencio uno de los caballeros quien sostiene una copa llena de un brillante y espeso líquido rojo.

El silencio recorre la biblioteca, pareciera que nadie más quisiera añadir una palabra más sobre la Guerra Secreta que disputan las razas nocturnas de los Vampiros contra los Hombres Lobo.

- El Clan Highlander de Scofield está avanzando sus líneas a través de la frontera México-Estados Unidos… -tras dar un sorbo a su copa, el vampiro de piel ligeramente bronceada prosigue-, como ya lo había mencionado en el Blood-Web, esta vez había algo más con los Licántropos…

“Estábamos reorganizando al Clan Carmesí en Sonora, mi maestro mandó llamar a todos los Vampiros de ambos lados de la frontera para preparar un contraataque, pero… de los 73 convocados solo se presentaron 24…”

La Hacienda de altos muros de adobe blanco y tejas rojas se encuentra enclaustrada en lo alto de la Sierra de Álamos, un bosque de encinos, pinos y matorrales rodea sus accidentados alrededores, el camino de terracería asciende desde la parte inferior de la montaña hasta el edificio de la Hacienda rodeada por profundos barrancos que caen directo a un poco profundo río lleno de rocas, en el lado norte de la Hacienda se puede observar una pequeña aeropista y dos avionetas Cessna 172 Skyhawk estacionadas frente a frente.

En el rustico interior de la edificación, Hernández, el Señor del Clan Carmesí mira impaciente el reloj de péndulo colgado sobre la chimenea, son las 12 de la noche y solamente ha llegado la tercera parte del ejército que esperaba reunir.

- ¡Chupa! –Grita Hernández al Guardián de su Clan- ¿Por qué no han llegado los demás que citamos Chupa?

En un rincón del recibidor frente a una computadora, Chupa, un vampiro alto de piel pálida pero ligeramente más bronceada que la del resto de los Vampiros cierra una ventana de conversación.

- Mi señor, me acabo de comunicar por la Blood-Web, me llega información que los ataques de Licántropos llegan de todas partes, es posible que…

- Lo sé, no podemos esperar a que El Antiguo Don Carlos nos reúna a todos para defendernos… -corriendo las cortinas, Hernández mira hacia fuera de sus terrenos- debemos hacer algo, pero… somos tan pocos… -dice en voz muy baja.

En la misma habitación, una docena más de no-muertos recorren el lugar en silencio, nerviosamente, asustados de ver como la esperanza abandona el semblante de su señor. Una de ellas, joven, de piel extremadamente pálida, vestida al estilo gótico con grandes sombras en los párpados y labios pintados de negro mira el reloj en la pared.

- Son las 12:05 señor, ¿cuáles son sus órdenes?

- Tu novia parece ansiosa por pelear, Chupa. –Dice Hernández viendo de reojo a su Capitán- No desesperes Lillith, Scofield tiene su Cuartel en El Paso, atacaremos ahí mañana temprano tan pronto lleguen más de los nuestros.

- ¿Pero qué haremos con los otros…? –Pregunta Chupa temeroso a su Maestro- ¿Con los que no pueden morir?

Mudo ante la pregunta, Hernández corre una vez más las cortinas y mira como la Luna Llena ilumina las copas de los árboles y los contornos de las montañas, “Todos pueden morir, sólo es cuestión de encontrar la manera” dice su pensamiento a sus acompañantes.

Los ojos del viejo vampiro se dilatan sorpresivamente al ver con su poderosa visión de vampiro como un vehículo Jeep sube por el camino de tierra y piedra que ondeante asciende desde el pie de la montaña.

- Viene alguien, rápido… -cierra las cortinas y desenfunda sus pistolas- todos, tomen sus armas y salgan detrás de mí. –Revisa que los cargadores estén llenos de misiles con punta de plata, las vuelve a cargar y las guarda en sus fundas ocultas a su espalda. -¡Síganme!

Veinticinco Nosferatu salen al amplio patio de la Hacienda, todos ellos armados hasta los dientes con diversos tipos de armas, la mayoría, cargando ametralladoras AK-47 cuando el Jeep se detiene bajo los arcos de la entrada de la Hacienda, un apuesto hombre de piel blanca, alto, de cabellos rubios y ojos azules baja del vehículo y camina hacia el grupo de Vampiros.

- ¡Alto! ¡Identifíquese! –Grita Chupa unos pasos frente a su Maestro.

El viento sopla levantando hojas y polvo del suelo y jugando con ellos dibuja rizos en el aire.

- Braveblade, soy Richard Braveblade… -dice el recién llegado con un marcado acento norteamericano- y busco al señor del Clan Carmesí, a Hernández.

“¡Es uno de ellos mi señor!” dice Chupa en un pensamiento a su Maestro, “¡Debemos matarlo ya!”

“Así sea”, contesta Hernández.

En un solo movimiento, Chupa desenfunda su arma y la apunta a Braveblade, éste reacciona en el preciso instante en que una bala sale del cañón del Vampiro y le da justo en el pecho arrancando un largo chorro de sangre y quedando tendido en el suelo desangrándose. El eco del disparo resuena en las paredes de las montañas y se va perdiendo en la noche.

- Buen disparo –Dice Hernández mientras camina a reconocer el cadáver, se arrodilla junto a él y le toma el pulso en el cuello. –Está muerto. –El Señor del Clan se pone de pie dejando a su espalda el cuerpo inmóvil- Tenemos que partir, si éste está aquí quiere decir que ya saben donde encontrarnos.

- ¡Sí señor! –Chupa se voltea obedeciendo a su Señor y mira a sus compañeros- ¡Rápido! ¡Recojan todo y vamonos a…¿por qué tienen esa ca…? –Chupa voltea atrás a donde se encuentra su Amo y mira desconcertado cómo el Vampiro más poderoso que ha conocido y quien lo convirtió en un ser de la noche es traspasado por una espada a través de su pecho por el hombre a quien creían muerto hace unos segundos atrás.

- Las Balas de Plata solamente sirven para matar a los Hombres Lobo… -Richard Braveblade retira la espada por la espalda del Vampiro y con un preciso giro de ella, corta la cabeza del Vampiro de un golpe- …y como podrán ver, yo no lo soy, ni soy uno de ustedes Monstruos del Infierno.

Enfurecido, el pequeño Ejército Nosferatu corre hacia donde se encuentra su enemigo pero se frena en seco al escuchar un aullido a lo lejos desde el pie de la montaña, rápidamente apuntan sus armas hacia Braveblade cuando un aullido más se escucha tras ellos, de los precipicios, y otro más de entre el bosque, y otro más y otro más…

Súbitamente un ejército de Licántropos se acerca desde detrás de Richard Braveblade.

- ¿Cómo? –Alcanza a decir Chupa.

- Acábenlos –Ordena Richard a sus soldados.

“Luchamos tanto como pudimos, algunos sobrevivimos esa noche, pero la batalla estaba decidida, no había forma de que pudiéramos ganarla siento tan pocos a diferencia de ellos. Esa noche murió mi Maestro, murieron mis hermanos, y Lillith… mi querida Lillith… por ella haría todo, todo”.

La biblioteca queda en silencio, el sonido de la leña rompiéndose entre las llamas en la chimenea es lo único que se escucha a lo largo y ancho de la habitación. De los ojos de la Dama escurre una lágrima que corre el rimel de sus pestañas en una larga y quebrada línea que baja por su mejilla izquierda.

- Eva, creo que nunca te había visto llorar. –Dice una voz conocida que sale de un rincón de la habitación.

Eva Mijatovic alza la mirada con una sonrisa hacia el rincón en penumbras de donde provino la voz.

- ¡¿Selkirk?! –De las penumbras aparece un hombre alto, de piel pálida, cabellos y ojos oscuros y la oreja izquierda plateada. Rápido avanza hacia el centro de la habitación para fundirse en un abrazo y un beso con La Rosa Roja ante la mirada atónita de los presentes.

- ¿Así que tu eres el famoso Dragon Knight? –Se escucha la voz de un hombre alto, de presencia poderosa y una espesa barba negra. Todos los ahí presentes se ponen de pie al ver entrar al poderoso señor de los Clanes Latinoamericanos.

Selkirk y Eva terminan el profundo beso y se miran uno al otro por unos segundos antes de voltear a mirar a Don Carlos, El Antiguo.

- Así es Don Carlos, yo soy Selkirk Dragon Knight... y estoy aquí para advertirles.
Inquietos, los seis caballeros voltean a ver a su Señor acariciar su barba ante la repentina advertencia.

- Advertirnos, debes de ser más específico Selkirk, en estos tiempos hay muchas cosas por qué advertir.

- Advertirles que lo que Chupa les contó es cierto, -voltea y sin soltar de sus brazos a Eva señala con su dedo al Vampiro Chupa quién aún sostiene su copa en la mano- Chupa haría lo que fuera por su amada Lillith, hasta traicionarnos a todos nosotros...

La copa medio llena de sangre cae de la mano de Chupa y se rompe manchando de su líquido la mullida alfombra.

- ¡¿Q-qué?!

- ¿O no es cierto que la mitad de los guardias de afuera fueron muertos por sus compañeros que resultan ser Licántropos infiltrados? Dime… ¿no es cierto que quien los comanda es Luca el Guardián del Clan du L’ange de Francia?

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