Empieza la Guerra Parte 14

El Lobo Blanco
Por Alejandro Echartea


El viento silva al ser cortado por el filo de la poderosa espada samurai, Eva es la Guerrera Nosferatu que porta la espada en singular duelo en algún lugar del Istmo de Tehuantepec. Los tres Hombres Lobo marchan en formación de triángulo hacia la vampiresa, Tizoc, el lider del grupo corre tras sus compañeros, cada uno varios metros frente a él.

Con gracia y elegancia, Eva salta sobre los Lobos evadiendo las filosas garras y colmillos y cae varios metros atrás de ellos con la espada lista para pelear. Los tres frenan su carrera y furiosos miran de nueva cuenta a su enemiga, quien sonriente, sostiene una especie de control remoto en las manos. Extrañados observan los sensuales labios color carmín de la vampiresa mientras gesticulan un:

- ¡Bummm…!



El suelo a los pies de los Licántropos explota en una lluvia de fuego y esquirlas de plata, los dos más adelantados vuelan por los aires hechos pedazos en un último y mudo aullido. Tizoc al ir apartado de sus compañeros no cae en la trampa, pero tras ser rociado de plata en diversas partes del cuerpo, se levanta dolorosamente sangrando mientras ve desafiante a la hembra frente a él esperando la revancha.

- Solo quedamos tu y yo, perro mal oliente. –Insulta Eva sosteniendo la espada con su mano derecha apuntando al suelo- Pagarás por lo que has hecho…

- ¡E-eeevaaargh! –Del hocico de la bestia sale una mezcla entre gruñido y palabra mientras incorporándose a cuatro patas, se acerca amenazador el Licántropo como un viejo lobo herido merodeando a su presa.

A lo lejos, en el pueblo de San Martín de Ixtaxochitlán se escuchan los gritos de personas aterrorizadas por el espeluznante espectáculo presenciado hace unos minutos. El ruido de la explosión, más cercano al rancho de María Domínguez solo acentuó el llanto de los hijos menores de la mujer indígena y el ladrido de los perros, quienes temerosos no se aventuran a salir de los límites de la humilde propiedad.

El Hombre Lobo Tizoc inicia la carrera nuevamente contra la vampiresa Eva, quien sosteniendo la espada con las dos manos la levanta en un movimiento similar al de un Matador de Toros preparándose para dar la estocada final a su taurino rival, faltando poco más de un metro el Licántropo se frena arrojando con su mano izquierda polvo y piedras sobre el rostro de “La Rosa Roja”, quien tomada por sorpresa, cierra los ojos instintivamente ante el imprevisto evento.

Un chorro de sangre vuela entre la nube de polvo y en un prolongado salto, surge Tizoc sosteniendo la espada entre sus manos, quien gira torpemente con ella al lugar donde se encuentra su enemiga. Un largo y furioso aullido se deja oír por toda la comarca, la voz del Padre Pancho se escucha sobre el llanto de las mujeres y un pequeño grupo de antorchas se acerca al lugar.

Una inhumana y grotesca risa se escapa de las fauces de la bestia.

Eva, herida, se cubre el vientre de donde emana una abundante cantidad de sangre, con odio en la mirada, mira desafiante al Licántropo.

- Siiinnn… tus… trrr-ucos… -dice difícilmente entendible Tizoc- nnn-ooo errr-eeesss tannn fu-fu-fuuueeerrrttteee…

Herida en su orgullo, la Nosferatu descubre una pistola escuadra que ocultaba entre sus ropas, apunta el arma contra su enemigo y dispara, al mismo tiempo, el Hombre Lobo adivina sus intenciones y lanza la espada con gran fuerza contra la mujer. La bala y la espada se cruzan en el aire sin desviarse ninguna de las dos, pero es la espada la que mortalmente queda enterrada en el pecho de ella. Al borde de la inconciencia, Eva mira las estrellas del cielo quedando tendida en el suelo con la espada sobresaliendo dolorosamente de si.

Un poco aturdida, voltea el rostro hacia Tizoc quien incorporado en dos piernas, camina torpemente hacia donde se encuentra y en las fauces de aquel rostro parece reconocer lo que sería una risa burlona, señal de triunfo.

“Aún puedo vencer…”, la idea se queda a medias cuando de detrás de Tizoc distingue a otro Hombre Lobo, más grande, más amenazador e intimidante que el primero, pero este, el recién llegado, luce un pelaje blanco metálico, casi como si estuviera hecho de plata de cuyo pelaje salen destellos a la luz de la Luna. Calculando la desventajosa situación decide ponerse de pie.

Precariamente, Eva retira la espada de su pecho arrojando un chorro de sangre sobre el polvo, sostiene la espada con su mano derecha y con ella se apoya para lograr ponerse en pie. Intenta alzar su espada pero esta resbala de su mano y cae produciendo un ¡clink! largo y armónico de la hoja de la espada al chocar contra las piedras. Exhausta y sin esperanza, mira desconsolada su final. Los dos Hombres Lobo saltan simultáneamente sobre ella.

El Hombre Lobo de Plata clava sus garras entre la piel peluda de la espalda de Tizoc cargándolo en los aires y arrojándolo a un lado de Eva, ella desconcertada mira inmóvil la escena; Tizoc voltea furioso a su atacante sin mostrar señas de reconocerlo y rugiendo, se planta frente a él. El Licántropo plateado y Tizoc se trenzan en un abrazo girando entre el polvo, agarrados del cuello, los dos lobos gruñen en la contienda hasta que al final, el plateado se hace con la yugular de su rival entre las fauces mientras la cabeza del otro cae grotescamente a un lado como un viejo títere al que le cortan las cuerdas. Entre ligeros espasmos, la vida de Tizoc, el Hombre Lobo oriundo de San Martín de Ixtaxochitlán desaparece.

Testigo de la salvaje pelea, Eva mira casi al punto de desfallecer como el plateado se dirige a donde se encuentra, el Hombre Lobo enorme a su lado, de más de dos metros se inclina frente a ella para ponerse a su nivel y le muestra la herida expuesta en el cuello.

- Bebe… -gutural y grotesca pero todavía humana, surge la voz del Licántropo- mi sangre te devolverá las fuerzas que perdiste.

Dudando, la bella vampiresa sujeta de los hombros al enorme ser y expone sus colmillos clavándolos entre sus carnes, impasible, el Hombre Lobo permanece quieto mientras observa a la sensual vampiresa recuperar su fortaleza mientras sus heridas en el abdomen y el pecho se cierran milagrosamente. Al terminar de beber el plasma, Eva se aparta del Licántropo y recoge su espada, la enfunda en su espalda y mira a su salvador.

- ¿Quién eres?

Levantándose sobre sus dos patas, el Lobo Blanco se yergue en sus dos metros y medio frente a Eva y lanza un aullido, los perros dejan de ladrar y corren a esconderse, los niños callan su llanto y a unos cien metros, la muchedumbre de San Martín observa silenciosa como un Hombre Lobo y una hermosa mujer con piel de mármol blanco se ven entre si.

- Jaques… del Clan “Grotte de Loups”… queremos una alianza para frenar esta guerra.

Al día siguiente, el Padre Francisco Monterreal espera afuera de la oficina del Obispo de la Diócesis de Juchitán, nervioso se exalta al oír a la secretaria quien le autoriza pasar con su superior. Tembloroso, el Padre Pancho entra al enorme despacho y mira a un molesto y viejo obispo sumido en el fondo de su sillón.

- ¿Pues que chingaderas anda haciendo padrecito? –Dice el Obispo rompiendo la pesada atmósfera de la oficina-, ¿pues qué chingados anda diciendo a los medios de comunicación?

- S-señor… -dice cabizbajo el santo hombre-, lo que sucedió en San Martín de Ixtaxochitlán fue cierto, ¡yo mismo lo presencié! ¡Llegaron unos Hombres Lobo para llevarse a todos los niños del pueblo! ¡¡¡ES CIERTO, SE LO JURO POR DIOS SANTO!!!

- ¡¡¡A MI NO ME VENGA CON PENDEJADAS!!! –Grita furioso el obispo al ponerse de pie- ¡¡¡A ESOS HOMBRES LOBO LOS MANDÉ YO!!!

Perplejo el Padre Pancho mira mudo al Obispo.

- ¡¡¡ESOS HOMBRES LOBO ESTÁN DE NUESTRO LADO… DEBEMOS COOPERAR CON ELLOS EN ESTA GUERRA SANTA CONTRA LOS NO-MUERTOS!!!

- N-no puede ser lo que está diciendo… -dice casi inaudible el viejo hombre de iglesia.

- ¡Son órdenes Superiores! –Dice señalando hacia el cielo-, así que ya lo sabe padrecito, la próxima vez que lo visiten a su Iglesia… ¡¡¡NO SE META!!!

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